En 1821, conoció a Zulma Carraud, quien fue su “amiga” de
toda la vida. Posteriormente conoció a madame Laure de Berny, casada y con
nueve hijos, cayó rendido ante ella. Él
tenía 21 años; ella, 43, no tardaron en volverse amantes.
Durante cinco años, los amantes compartieron la vida
mientras él escribía, noche tras noche, bebiendo incesantes jarras de café.
Ella, por su parte, supo mantener esa aventura, sin descuidar de su vida
familiar, hasta que apareció Laure Junot, duquesa de Abrantes. La viuda que era
sólo siete años mayor que él. Laure pronto se percató de que Honoré no le
pertenecía ya en exclusiva; en un movimiento audaz, la Junot retó a Balzac en
una carta llamándolo "débil", lo cual, en contra de los cálculos, lo alejó de
ella y lo volvió a acercar a madame de Berny.
El 28 de febrero de 1832, Balzac recibió una carta firmada
con un seudónimo: “La extranjera”. Esta misteriosa mujer, con quien sostuvo una
nutrida correspondencia durante catorce años, a la postre sería el amor de su
vida. En 1833, viajó a Viena para conocerla en persona. Su nombre era Ewelina
Hanska, doce años mayor que él, una noble polaca entonces casada con Wacław
Hanski, quien la dejaría viuda en 1841. Dos años después, empezarían una serie
de viajes juntos, incluso la señora Hanska quedó embarazada y dio a luz a un
hijo muerto en 1846.
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